Los sentimientos…

Son como los pétalos de aquella rosa, que se estremecen al más mínimo contacto con el viento.

Mis sentimientos… Se estimulan al más mínimo contacto con mis pensamientos, son ellos los que ordenan y mandan. Nadie puede decirme que pensar, soy dueña de ellos y no tengo la obligación de expresarlos en voz alta, su única misión es darle vida a mis sentimientos.

Mis pensamientos son lo único que puedo tener y guardar celosamente sin que nadie los conozca, mucho menos intervenga, es por eso que si yo amo a alguien y ese alguien no me ama a mi, debo entender que sus pensamientos están puestos en otra persona, por lo tanto no puedo cambiar sus sentimientos hacia mi. Y sí me aferro a ese amor, pasaré por la vida sin dejar

huella ni rastro, por que apenas medio viviré que es como no vivir. Día a día debo inventarme motivos y enamorarme de todo lo que me rodea, de la vida misma para que mis ojos adquieran ese brillo especial y, mis pensamientos giren en torno a lo bello de la vida. Que mis manos sean como dos palomas libres expresándose sin palabras, haciendo en cada instante de mi vida el amor.

Los recuerdos también dan vida a mis sentimientos, solo basta abrir el cofre de los mas recónditos pensamientos para volver a darles vida, son gratos recuerdos pero no puedo evitar en ocasiones llenarme de melancolía, es entonces que mi corazón se hace chiquito y mis ojos dejan caer el lenguaje mudo de mi tristeza, las lagrimas.

Sí, de malos sentimientos se trata sólo basta recordar aquel ser humano que caminando me he encontrado y ha intentado hacerme daño, para entonces llenarme de coraje e impotencia por no poder hacer nada… Pero, es entonces que debe entrar el control de mis pensamientos, decir NO negarles la admisión. Esos sentimientos sólo me hacen daño y prefiero que se queden dormidos que pocas veces despierten y, cuando lo hagan yo me encuentre inmune a ellos que son negativos.

Mis sentimientos son los hijos de mis pensamientos, en mis manos esta el destino final que tomen. Que me llenen de felicidad, de tristeza o soledad.